Basado en una historia de aprendizaje laboral verídica, en el Departamento de Selección de VTR y en Las Enseñanzas de Don Juan - Carlos Castaneda.
Cuando uno empieza a aprender, no sabe que se va a encontrar. Los propósitos son inciertos; las intenciones son vagas…Y se aprende así, primero poco a poco y luego más y más, pero lo que se va aprendiendo casi nunca es lo que creía de antemano que iba a ser.
Entonces, uno empieza a aprender con miedo. El primer obstáculo del que busca nuevos conocimientos, es el miedo. Cada paso del aprendizaje es algo nuevo, desconocido.
¿Cómo se hace para no fallar? y ¿Cómo no desilusionar a la gente que cree en mi?, son preguntas recurrentes.
Sin embargo, tener miedo no es malo. Lo malo sería detenerse a causa de este miedo…Llegará un momento en que el miedo, esta primera barrera, se retira para siempre. Uno empieza a sentirse seguro de sí mismo. Aprender no es ya una tarea aterradora. Cuando llega el momento en que el miedo se va, uno puede decir que ha vencido a su primer obstáculo.
Una vez que se ha vencido al miedo, se adquiere la claridad: una claridad de mente que borra el miedo. Para entonces, uno puede preveer los nuevos pasos del aprendizaje, y una claridad nítida lo rodea todo. Uno siente que nada está oculto, y así ha encontrado su segunda dificultad: la claridad.
Esta claridad de mente, tan difícil de obtener, dispersa el miedo, pero también ciega. Puede forzar a que uno no dude nunca de sí. Da la seguridad de que se puede hacer todo lo que se quiera, porque todo lo que se ve, se ve con claridad. Y uno tiene valor porque tiene claridad, y uno no se detiene en nada porque tiene claridad.
Si uno se rinde a esa ilusión de poder, ha sucumbido a su segundo enemigo y será torpe para aprender. Se apurará cuando debía ser paciente, o será paciente cuando debería apurarse.. Debe desafiar su claridad y usarla sólo para ver, y esperar con paciencia y medir con tiento antes de dar otros pasos; debe pensar, sobre todo, que su claridad es casi un error.
Y vendrá un momento en que comprenda que su claridad era sólo un punto delante de sus ojos. Y así habrá pasado su segunda valla y llegará a una posición donde nada puede ya dañarlo. Esto no será un error ni tampoco una ilusión.
Este será el verdadero poder. Uno se dará cuenta que el poder que había buscado es al fin suyo. Puede hacer con él lo que se le antoje. Ve claro y parejo todo cuanto hay alrededor. Pero también ha tropezado con su tercer obstáculo: el poder.
El poder es el más fuerte de todos los enemigos. Y naturalmente, lo más fácil es rendirse; después de todo, uno se siente de verdad invencible. Uno manda; empieza tomando riesgos calculados y termina haciendo reglas.
En esta etapa, uno apenas advierte que su tercera prueba se cierne sobre él. Y de pronto, sin darse cuenta, uno pierde la batalla. Este enemigo nos transforma en hombres crueles, caprichosos.
¿Cómo puede un hombre superar esta valla, entonces?
Tiene que desafiarlo, con toda intención. Tiene que llegar a darse cuenta de que el poder que aparentemente ha conquistado no es nunca suyo en verdad.. Si puede ver que, sin control sobre sí mismo, la claridad y el poder son peores que los errores, llegará a un punto en el que todo se domina. Entonces sabrá cómo y cuándo usar su poder. Y así habrá vencido este tercer obstáculo.
Entonces uno llega al fin de su camino de conocimiento, y casi sin advertencia tropezará con el último problema: el cansancio .
Éste es el más cruel de todos los males, el único al que no se puede vencer por completo; el obstáculo al que solamente se podrá rodear por un instante.Este es el tiempo en que uno ya no tiene miedos, ya no tiene claridad impaciente, ya no tiene poder fuera de control, pero también el tiempo en el que siente un deseo constante de descansar.
Si se rinde por entero a su deseo de acostarse y descansar, habrá perdido su último desafío, y este enemigo lo reducirá a una persona débil. Su deseo de retirarse vencerá toda su claridad, su poder y su conocimiento.
Pero si uno se sacude el cansancio y vive su aprendizaje hasta el final, puede entonces ser llamado hombre de conocimiento, aunque sea tan sólo por esos momentos en que logra ahuyentar al último obstáculo, el obstáculo insalvable.
Esos pequeños momentos de claridad, poder y conocimiento son suficientes para poder considerar que se ha aprendido.